Como era de esperar, a Esther el libro que más le ha gustado ha sido el de Platero y yo, y es que no hay cosa que más le guste que los animales. Ya nos dijo dijo en una ocasión que cuando fuese mayor quería vivir en una granja.
La historia que nos ha traído es de esas historias que a los niños no sólo les gustan sino que además es nuestro deber contárselas, porque no hay nada más bonito que saber parte de nuestra historia familiar; esta siempre ha sido en mi caso personal una de las mejores opciones y alternativas a la hora de “contar”.
El bisabuelo de Esther trabajaba en el campo en Casas de Don Antonio y tenía una burrita que se llamaba Lucera con la que pasaba mucho tiempo. Miguel casi siempre estaba rodeado de niños con los que jugaba la burra y todos los días le daba los buenos días con su rebuzno desde la cuadra que estaba enfrente de su casa. Lucera le ayudaba a transportar las frutas y verduras de la huerta y muchas cosas más. Uno de los niños con los que jugaba Lucera y Miguel era el padre de Esther y recuerda como con unas tijeras muy grandes le cortaba el pelo para que la burra estuviese muy guapa; tambien recuerda lo triste que se quedó cuando Lucera murió ya que era muy viejecita.
Yo también recuerdo (grabado a fuego lo tengo en mi mente), el día en que murió el caballo de mi padre… y es que estas historias que marcan la niñez hay que trasmitirlas.
Pues Antonio se ha marchado a casa la mar de contento con su maleta; ¡qué grande está ya y qué pena me da que se vaya!. Disfrútala, Antonio.